No soy capaz de concebir una organización EFICIENTE que no tenga en cuenta la percepción que sus CLIENTES tienen de ella

domingo, 31 de enero de 2010

La FIDELIDAD, un valor a la baja






Publicado en Autoposventa, número 47 (II) Junio 2009 Ediciones mvpress, www.autopos.es

¡Qué bonito es el amor! Y ustedes que lo vean. Nuestra Real Academia de la Lengua define la fidelidad como “lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona”. Yo destacaría la palabra “fe”, luego verán por qué. volvamos a la fidelidad: etimológicamente hablando, viene de “fidere” (en latín), que significa confiar. Por otro lado “fides” significa lealtad. Los ingleses dicen que fidelidad (loyalty) es solidez y constancia en la amistad a una persona u organización (por lo tanto, a una empresa también vale) o en la creencia en sus principios. Los franceses (fidelité), que es ser respetuoso con la palabra dada y los compromisos de una persona. Y las empresas son personas, aunque jurídicas.

Sin embargo, todo esto, para que luego, en nuestro mundo, nuestro sector del recambio, se traduzca más o menos por “capacidad de engancharse a alguien porque te da más descuento”. Bueno, quien dice descuento dice rápeles, bonus, o en definitiva, mejor precio neto, se formule como se formule. Porque quien les escribe estas líneas piensa que la fidelidad es un valor que está claramente a la baja, en todos los órdenes de la vida, también en lo personal y familiar, y por supuesto, todavía más en lo profesional, en todos los sectores, también en el nuestro, que es el que nos ocupa. No es que seamos peores que otros, es simplemente que quiero hablar de lo nuestro.

Así vemos, todos los días, que los bancos hablan de cliente vinculado. Bueno, al menos no son hipócritas, hay que reconocerlo. Quieren engancharte con la nómina, con una hipoteca, con las tarjetitas, con lo que sea, el caso es que te tengan cogido por algún lado que todos ustedes están imaginando. Porque es eso lo que, sin tapujos ni caretas, desearíamos en relación a nuestros clientes, lo que técnicamente en marketing se llama cautivo, aunque a mí esto me suena fatal (etimológicamente cautivar significa aprisionar al enemigo en guerra privándole de libertad). En otras palabras, nos gusta llenarnos la boca diciendo que somos fieles, cuando en realidad la mayoría de las veces lo somos porque estamos casi obligados a serlo, o por no buscarnos más problemas, O porque nos conviene; fieles a la fuerza en definitiva, porque existe un contrato o una situación que nos obliga a que se dé esa fidelidad. Claro, así es fiel cualquiera, pero sin fe. Somos fieles a la empresa donde trabajamos, pero hasta que un día nos interesa más una oferta y empezamos a dar excusas, que si es bueno para mi carrera o para mi desarrollo, etc. Claro, que por otro lado las empresas son aún menos fieles a nosotros, así que donde las dan las toman.

Desde aquí me gustaría defender la idea de conseguir, dentro de la gestión de sus empresas, que nuestros clientes sean fieles, pero fieles de verdad, sin tanto materialismo egoísta. ¿Cómo lograr esa fidelidad?. ¿O aumentar la que ya existe o al menos mantenerla? Bueno, insisto, si les damos un millón de euros es probable que lo consigamos, pero estaríamos en quiebra. No se trata de eso, sino de hacerlo rentable. ¿Qué podemos hacer para conseguir fidelidad?. Para mí existen dos condiciones necesarias para lograr una fidelidad razonable de los clientes.

Primero, conocer lo que opinan de nosotros. Si no conocemos lo que piensan nuestros clientes, ¿cómo pretendemos que sean fieles?. Lo podrán ser, pero por suerte o casualidad. Es mucho más fácil conseguir la fidelidad de alguien del cual sabemos sus opiniones, sus gustos, sus tendencias, precisamente para poder usar (que no abusar) ese conocimiento. Por poner un ejemplo sencillo, para que se entienda, si sé que a un cliente en concreto le gustan las facturas en papel rosa, pues bueno, si considero que no me cuesta mucho, se las enviaré en ese color. Pero profundicemos un poco más. ¿Para qué sirven las encuestas?. Para esto, para saber cómo piensan y qué cosas pasan por sus lindas cabezas. Y si nos dicen que somos malos, aunque objetivamente no lo seamos, tendremos que deshacer el entuerto, a base de modestia y humildad. Conozcamos a nuestros clientes, desde lo que pretenden de nuestros productos o servicios hasta su fecha de cumpleaños. Sepamos si son realmente fieles o nos compran porque hoy no tienen más remedio (técnicamente, se les denomina clientes rehenes).

Segundo, saber diferenciarse. Si el vecino (competidor), también sabe cuándo es su cumpleaños y le felicita, no hagamos lo mismo. A lo mejor hay que felicitarle en su aniversario de boda (o darle el pésame), o cuando gana su equipo favorito. Busquemos nuestro nicho, hagamos algo original, y nos irá bien.

Por último, quisiera dar una versión optimista y pensar que la fidelidad es aún recuperable en el mundo de los negocios. Hagamos autocrítica. Si consideramos que la hemos perdido por parte de nuestros clientes, pensemos en las causas. Me refiero a las causas de la ausencia de fidelidad, no a los efectos. Por poner un ejemplo, si su cónyuge le pone los cuernos, ese sería el efecto (bueno, y las consecuencias el divorcio, o sea, que compre a otro), pero yo me refiero a las causas. ¿Por qué nos han puesto los cuernos?. Pensemos qué hemos hecho más allá de dar un determinado descuento o qué hemos dejado de hacer. Invirtamos en este conocimiento, tiempo y algo de dinero. Conservar un cliente cuesta tres veces menos que recuperarlo, no tengan complejos ni remilgos en personalizar algo la relación profesional. Reflexionen un ratito sobre ello. ¡Viva la fidelidad, con o sin más descuento!. Y que ustedes lo disfruten, haciendo más productiva y eficiente la relación con sus respectivos clientes.

viernes, 29 de enero de 2010

EL ESTADO DE LA AUTONOMÍA


Publicado en Autoposventa, número 46 (I) Marzo 2009 Ediciones mvpress, www.autopos.es

NO, el título no es una errata. No voy a hablar de las autonomías, tan de moda y tan asignatura pendiente de definir del todo en nuestro modelo político, sobre todo su aspecto financiero. Me quiero referir a la autonomía empresarial, la que se puede o no dar en una empresa local o sucursal o filial, en la cual el gran poder de decisión está fuera o simplemente lejos de la realidad del negocio. Es el caso de las multinacionales, aunque también se puede dar en grandes grupos nacionales, sobre todo diversificados en actividad.

Siempre hemos oído decir aquello de “Piensa global y actúa local”. Estas líneas son escritas para, modestamente, defender esta postura que tan buenos resultados ha dado durante décadas, y que está siendo amenazada y, en algunos casos, vapuleada, en los últimos años.

¿De dónde viene este vapuleo? Parece que ahora las nuevas tecnologías de la información y la comunicación tienden a favorecer centralizaciones de funciones. Muchos sistemas, ya no es que sean iguales en las diferentes filiales de una empresa multinacional, por todo el mundo, es que es un único sistema integrado. Bien, pues vale. No seré yo el que se oponga al progreso. Por ejemplo, que ya no hay que reportar la cuenta de resultados del mes o cómo van las ventas, sino que se ve “desde allí”. Claro, eso está muy bien. Y que esas tecnologías se usen para dar fluidez a los procesos, para mejorar los análisis, para la rapidez de decisiones, y para que éstas sean más eficientes. Hasta aquí perfecto, al igual que compartir unos valores de marca y una cultura empresarial.

El problema radica en que esto no está siendo, generalmente así, sino que se está confundiendo el tocino con la magnesia. Existe un movimiento generalizado, por lo que me cuenta mucha gente (también de otros sectores) de erradicación de la autonomía de decisión en el ámbito local, a costa de una supuesta centralización de decisiones con la excusa de que hoy todo se está volviendo similar y que no hay fronteras.

¡Qué gran error! Se confunde el medio (la información y su soporte) con la Calidad de la misma. Se piensa que por tener velozmente unos datos y compartirlos “on line” ya se pueden obtener con facilidad, sin rigor. Un ejemplo: como tengo medios para ver inmediatamente el precio de una referencia de un radiador, en 15 países, y compararlo, y hacer un mismo catálogo y tarifario, se creen que ya por eso pueden decidir desde dos mil kilómetros cuál es el precio en cada uno de esos países, cuando los mercados son diferentes, cuando a lo mejor en un país eres un simple iniciado y otro eres el líder, con el cambio en la táctica comercial que eso lleva consigo. Extrapolen este ejemplo a todo lo demás y acertarán. Porque una cosa es homogeneizar procesos y útiles de trabajo, y otra es creerse tan listos que se es capaz de decidir sin tener en cuenta las realidades locales.

Obviamente, hay materias donde es más fácil esa eliminación de la autonomía. Seamos realistas, ya no son los tiempos de tener un gran departamento contable en cada país, o de que cada uno haga sus catálogos, pero eso no implica ni mucho menos que los gestores locales deban convertirse en meros replicantes de sus dueños. Al tiempo, porque eso va a acabar con la capacidad de buena gestión, porque llegados a un punto podremos sustituirlos por robots o similares, o gente de menor nivel de competencias que sea, eso sí, más dócil (y más barata). Y lo pagarán los accionistas, porque los resultados se resentirán, lo cual a su vez será aprovechado como excusa para dar una vuelta más a la tuerca y dejar centros de producción rentables convertidos en meros solares.

En fin, que me da mucha pena ver a gente capaz “pidiendo permiso” para modificar el precio de un artículo porque hay una oferta de la competencia y se pretende reaccionar (claro, cuando te lo dan ya llegas tarde). Esto no es homogéneo claro, en algunas partes cuecen más habas que en otras.

¡Que vuelva la autonomía local para tomar decisiones en los negocios! O por lo menos conservar la que aún quede. Que ustedes lo pasen bien y que les dejen respirar e ir al baño sin pedir permiso.

jueves, 28 de enero de 2010

HORARIOS "X" PARA PARTIDOS DE FÚTBOL


Hace ya algunos años que vengo observando la alegría con la que se manejan los horarios para "imponer" los momentos de inicio, días incluidos, de los partidos de fútbol (pasa en otros deportes, pero mucho menos). Y ya saben lo que justifica todo esto: las televisiones, los grupos mediáticos, que son los que pagan y mantienen en gran medida todo este tinglado.

Hombre, no es que yo me vaya a oponer en los tiempos modernos a esto del merchandising. Esto genera riqueza, es parte de nuestro PIB, podemos así traer a los más notorios (a veces coincide que son además los mejores) a nuestra liga. Y hay que sacar retorno a toda esta inversión, y viva el espectáculo. Pero hombre, digo yo que un poquito de pensamiento más allá del puro corto plazo no vendría mal.

En mi niñez los partidos, televisados o no, solían empezar los miércoles a las 20h 30'. Se decía que la gente cerraba los comercios a las 20h, y más o menos daba tiempo a ver el inicio. Y, a lo que voy, los niños podíamos ver los partidos enteros, aunque fuera entre semana.

Actualmente hay fútbol prácticamente todos los días, varios partidos la misma jornada, más ligas (antes de los ingleses e italianos leíamos los resultados y poco más, ahora nos televisan hasta la liga escocesa), más competiciones, de clubs y selecciones, etc. Ahora los lunes otra vez, también los viernes. Hay una inflación de partidos brutal, canales exclusivos, por supuesto de pago, además de los abiertos.

Pero resulta que hay dos problemas: 1) Los niños, los espectadores y mantenedores de todo este circo en el futuro (en calidad de televidentes, oyentes, consumidores de anunciantes, etc) no alcanzan a insertar correctamente en sus vidas estos horarios. No me gusta que mi hijo me diga cada mañana eso de voy a poner el teletexto para "ver como quedaron". 2) A los campos, se nota mucho entre semana, cada vez va menos gente. Ahora mismo veo un partido de Copa, vuelta de cuartos de final, resultado incierto, con 440 espectadores. Parece uno de esos en los que los gerifaltes de la UEFA han decidido que sea a puerta cerrada. No han ido ni los familiares de los jugadores.

Me dicen que el modelo inglés es igual y que allí sí va la gente, aunque juegan la copa de su barrio contra un equipo de regional y se llena el campo un miércoles. Algo estaremos haciendo mal, porque allí es donde más pagan las televisiones, incluso algo más que aquí, y donde más partidos hay (tienen una competición adicional, la copa de la liga). ¿Cuáles son las diferencias y que pueden ser la clave?. A mi juicio, hay dos muy claras para corregir: a) Cuidan a los niños. Primero, por los horarios y segundo, porque les ponen partidos en fines de semana y vacaciones (en Navidades, mientras los nuestros descansan allí juegan tres jornadas) y a unas horas prudentes b) Cuidan la inflación, dominan el ansia del fútbol, no retransmitiendo tantos partidos, salvo que los pagues (por ejemplo, el concepto de fútbol en abierto no existe). Y claro, pagas sólo los que te interesan. Le ponen un poco de orden a la desorganización de lo partidos, controlando más el ritmo de consumo

A pesar de las audiencias, ¿no se podrían poner a las 21h como hora máxima de inicio de los partidos entre semana?. ¿Cuándo volveremos a ver o escuchar eso de lleno "hasta la bandera" (era verdad, había tíos subidos al palo)?.

Y cuidado. Porque estamos matando a la gallina de los huevos de oro. Poco a poco, empezarán por ser de plata. Tened en cuenta que en los últimos meses los dos polos principales mediáticos se han dado en nuestro país: la mejor temporada de un equipo y la renovación directiva con la llegada de los mejores al otro. Eso no va a ocurrir todos los años. Se habla de adelantar los partidos de los domingos a las 14h. para...¡cuidar la audiencia asiática!. Muy bien, pero también habrá que pensar en nuestros vástagos españolitos.

Y este año hay mundial, que ganará España, por supuesto. Que ustedes lo disfruten.

martes, 26 de enero de 2010

EL SERVICIO (INTEGRAL) AL CLIENTE




Publicado en Autoposventa, número 45 (IV) Diciembre 2008 Ediciones mvpress, www.autopos.es


A veces en la vida se “nos llena la boca” con ciertas palabras y expresiones que parecen hablar por sí solas, pero que, a veces también, no tienen ningún contenido consistente detrás. Una de esas expresiones, yo diría de las más maltratadas en el ámbito profesional, es la de “Servicio al Cliente”. Lo usamos como comodín para cualquier cosa, para justificarnos ante nuestros jefes, nuestros dueños (de empresa), nuestros proveedores, nuestros empleados y, lo que es peor, frente a nuestros clientes mismos. Nada más lejos de lo que debería ser. Por eso intentaré esbozar mi punto de vista sobre lo que debe ser y cómo debe ser concebido este concepto.

Como definición estándar o general podría valer más o menos que el Servicio al cliente es un conjunto de atributos que, formando parte de nuestra oferta global, son percibidos y valorados por nuestros clientes. Así de sencillo (y de complejo de poner en buena marcha).

¿Conjunto de atributos?. Sí, o características, o experiencias de nuestros clientes. Claro, porque todo el mundo habla de buen plazo de entrega, o más ampliamente, de tener la pieza disponible en el momento adecuado. Pero no sólo es disponibilidad + plazo. ¿Y la posventa?. ¿Y un buen catálogo?. ¿Y una factura sin errores?. ¿Y poder efectuar devoluciones por ajustes de stocks?. ¿Y coger a tiempo el teléfono?, etc. ¿Se han fijado en el título de este artículo? Lleva una palabrita entre paréntesis: “integral”. Ya intuyen por donde van a ir los tiros, ¿verdad?. El concepto de servicio, en mi modesta opinión, abarca todo lo que una empresa ofrece a sus clientes.

¿Dentro de nuestra oferta global?. Claro, hombre, está el producto, que sin él no somos nada. Y digo: ¿Y la marca con su imagen?. ¿Y el precio o los descuentos o rapeles?. ¿No creen que un buen posicionamiento (que no quiere decir ser barato) es parte de ese conjunto de atributos citado antes?. Llevado hasta sus últimas consecuencias conceptuales, hasta el producto forma parte del servicio.

Por lo tanto llegamos aquí a la primera gran conclusión: es absolutamente imprescindible DEFINIR qué atributos componen nuestro servicio, cómo encajan en nuestra oferta global y cómo nos organizamos para llevarlo a la práctica. Con "definir" me refiero a concretar, incluso a listar, por escrito. No me vale aquello de que “más o menos” o “es algo implícito”. Lo siento, pero no. Es preciso hacer un mínimo esfuerzo con el ejercicio de pensar y detallar qué cosas estamos dispuestos a ofrecer como servicio integral a nuestros clientes.

Tendremos que tener en cuenta qué hace la competencia y, sobre todo, qué esperan nuestros clientes. Y al final llegaremos a un documento (si se firma con valor contractual, mucho mejor), que sea ese conjunto de atributos que constituyen el SERVICIO INTEGRAL al cliente. Y esto nos ayudará a tener claras las ideas y a focalizarnos en lo que más dominemos, porque habrá características que no podremos incluir en nuestro servicio, porque nadie puede abarcar todo, por muy grande que sea. Segmentemos, que es algo clave, estableciendo diferentes “mix” posibles de servicios y diferencias posibles del llamado “pasillo del cliente”, entendiendo por éste el conjunto de experiencias posibles que un cliente puede tener en su relación con nosotros, discriminando en los “atributos del servicio”. Se acabó el “café solo para todos”.

Bueno, ya lo hemos definido. Y ahora, ¿qué?. En una palabra: cumplirlo. Y si lo hemos definido de manera integral, también así deberá ser su modo de cumplimiento, para que no se quede en teoría. Por lo tanto, tendremos que lograr en nuestros negocios un enfoque absoluto de toda la organización hacia el cliente. Y tiene que ser es eminentemente práctico y real. Para pilotar este cambio se tendrán que modificar ciertos procesos y funciones, ese es el reto. Todos los departamentos deben sentir este cambio, sin existir dos o más velocidades en la organización. Es necesario que se impliquen y que, por ejemplo, una parte de su sueldo dependa de la calidad del servicio. No es fácil, pero al menos lo tenemos que tener claro.

Y por último (por esta vez), habrá que medirlo. Voy a dejar para otro día todo lo que es opinión (encuestas) y la percepción y valoración por parte de los clientes. Me quedo en el primer paso, medirlo en el ámbito interno, porque si no sabemos si lo estamos haciendo bien o mal estaremos dilapidando recursos. Para ello deberemos establecer indicadores de cada uno de los atributos claves de nuestro servicio. Estoy hablando de hacerlo de forma práctica, simple y útil, que nos ayude a tomar decisiones. En este punto de medir a veces los árboles no nos dejan ver el bosque y nos complicamos la vida de manera tonta, cayendo en la parálisis debido al excesivo análisis. Que tengan un año 2009 lleno de satisfacciones personales y profesionales, incluyendo un buen servicio, prestado y recibido.

lunes, 25 de enero de 2010

LOS “CCC” FRENTE A LA CRISIS




Publicado en Autoposventa, número 44 (III) Octubre 2008
Ediciones mvpress, www.autopos.es


Vaya por delante que no hay intención política en este artículo. Se trata solamente de dar una visión distinta de las que oímos a diario sobre la crisis financiera mundial desde el punto de vista de los “triple C".
Lo primero, aclarar quienes forman esa panda de los “triple C”. Pues somos….¡TODOS! Las siglas responden a “Ciudadanos Consumidores Contribuyentes”. No es que formemos ningún partido, ni siquiera asociación con fines benéficos. Somos los que pagamos todo, los que aguantamos todo, los de siempre, mande quien mande. Y el caso es que estamos sufriendo una permanente estafa.
Me quedo perplejo estos días viendo y leyendo todo lo que está pasando. Me explico: en todas las facetas de la vida hay dos caras, el bien y el mal... la parte económica y la parte financiera. O sea, lo que tengo, lo que produzco, mis activos (la parte económica), frente a lo que debo (la parte financiera), sea a los bancos, proveedores o accionistas. Este principio general, insisto, es aplicable en todos los órdenes vitales. En economía se ve muy bien, pero por poner otro ejemplo, cuando nos vamos de juerga y nuestro cuerpo y mente disfrutan, al día siguiente deben pagarlo.

Obviamente, ambas partes deben estar equilibradas. Y aquí es donde empezamos a fastidiarla, porque esta crisis financiera mundial viene justo por no cumplir este principio fundamental de equilibrio. Esto NO es una crisis económica, sino financiera. Eso sí, las consecuencias ya sí que son económicas (por ejemplo, receso en la producción, desempleo, etc.), además de las propias financieras (quiebras, impagados, etc.). No quiero caer en la demagogia, pero … ¿hay alguien que pueda decirme con seriedad y rigor cómo es posible que haya sucedido lo que está pasando? Se supone que es un sector, el financiero (banca, bolsas, seguros, etc.) de los más regulados, que más requisitos deben cumplir. Esto es algo mundial. ¿Se acuerdan de lo de Enron? Nos dijeron que ya era imposible que pasara algo parecido, que ya se habían tomado medidas de control. Que este sector era muy transparente, donde toda la información se conoce. Y resulta que el sistema financiero mundial se viene abajo, literalmente se desploma. Se habla, solamente en EE.UU, de inyectar recursos equivalentes al valor de los que se produce (PIB) en un año en España, todo ello para dejar la cosa más o menos normal, como antes. Bueno, como nos decían que estaba antes. Y encima dicen que si no lo hacen es peor. Y creo que eso sí que es verdad.

Lo que pienso es que hay un politiqueo tremendo, que hay mucha gente que no hace su trabajo y otros muchos que se enriquecen a costa de no guardar ese equilibrio entre la estructura económica y la financiera en sus empresas, por muy multinacionales y globales que sean. Y lo que es indignante es que las consecuencias siempre las pagamos (y nunca mejor dicho), los “CCC’s”. Como consumidores, trabajadores, empresarios o simples accionistas. Y nos vemos enormemente afectados, de muchas maneras, con nuestros ahorros, nuestra capacidad crediticia, nuestros empleos, nuestros impuestos, etc. Y lo peor es que lo volverán a hacer. Al tiempo.

¿Y qué podemos modestamente hacer en nuestro querido sector?. Pues me voy a permitir ofrecer un par de consejos válidos para cualquier actor de la posventa: 1) Guarden el equilibrio entre ambas partes, la económica y la financiera. No se metan donde no puedan. Crezcan, avancen, pero no a costa de convertir sus organizaciones en meros cortijos. ¡Viva la buena gestión!, aunque sea serena y no venda tanta imagen personal. 2) Dar ejemplo con transparencia, que los “CCC’s” nos conozcan y nos vean con nitidez, que la “c” de los consumidores, que en nuestro caso es sinónimo de automovilistas, nos vean sin nubarrones (servicio, precios, etc.). Pero otro día hablaremos de esto con detalle.

sábado, 23 de enero de 2010

BIENVENIDOS TOD@S


AMIGOS y AMIGAS

Este blog quedó inaugurado a finales de enero de 2010. La palabrita "blog" no me acaba de llenar. Prefiero foro de pensamientos, donde procuraremos ilustrarnos y compartir reflexiones, que sirvan de materia prima para gozar de buenos momentos. En fin, ya veremos, pero me gustaría que esto fuera un paso motivador para escribir y comunicar sobre nuestra sociedad, aspectos profesionales, economía, deportes, etc.

Aprovecharé también para ir colocando y compartir con vosotros mis colaboraciones ya publicadas anteriormente en la prensa, a modo recopilatorio. Por cierto, a mis amigos del cuarto poder les mando un saludo y les agradezco mucho la oportunidad de expresión que siempre me conceden.

Seguimos en contacto. Muchas gracias

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